02 de febrero de 2019 | Mérida, Yucatán, México | Verenise Fernández
Estuve leyendo la Parábola del Sembrador tanto en Mateo 13:4-9, 18-23, como en Marcos 4:3-19. Es una parábola, sencilla, fácil de entender; seguramente las personas que han tenido la oportunidad de sembrar algún tipo de semilla para después disfrutar el fruto de su cuidadoso trabajo comprenderán a la perfección el mensaje y propósito de ésta. La parte que más llamó mi atención, es la de la semilla que cayó en los pedregales y las palabras que me llevaron a reflexionar fueron: “se quemó y se secó, porque no tenía raíz.”
¿Qué es y para qué sirve una raíz? Las raíces ayudan a sostener una planta en su lugar, absorben las sales minerales y el agua que necesitan para alimentarse y no sólo eso, también impiden que el suelo se erosione, logran esto gracias a que las plantas tienen raíz principal y raíces secundarias, estas tienen pequeños filamentos (como pelos) que realizan esa función de absorción; la raíz principal tiene en la punta una parte que sirve como taladro para perforar el suelo durante su crecimiento.
Hay raíces que son comestibles como las papas, zanahorias, rábanos, betabel; algunas son medicinales como el jengibre, regaliz y cúrcuma. Hay plantas y árboles que tienen raíces de poca profundidad (10 a 20 cm) y otros que tienen gran profundidad, como la raíz de la acacia sahariana que puede alcanzar una profundidad de hasta 50 metros para encontrar agua en el ardiente y árido desierto. En general, la profundidad aproximada de una raíz es de 60 cm hacia abajo y de allí se va formando una especie de red con más raíces de manera que esa red alimenta la planta para que esta crezca sana y fuerte y pueda soportar los embates del viento, las tormentas, inundaciones, etc.
He visto raíces que levantan pesadas banquetas de cemento, otras que han destruido los cimientos de una casa. Pero también he visto raíces, de un aparentemente escuálido árbol, que están valientemente aferradas a una peña evitando que una enorme roca, que se ha desprendido de la montaña, caiga hacia la carretera que voy transitando y lo único que la detiene de caer son las fuertes raíces del frágil árbol.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define raíz de la siguiente manera: f. Órgano de las plantas que crece en dirección inversa a la del tallo, carece de hojas e, introducido en tierra o en otros cuerpos, absorbe de estos o de aquella las materias necesarias para el crecimiento y desarrollo del vegetal y le sirven de sostén. Un cristiano va creciendo en “dirección inversa”, en sentido contrario a como lo hacen las personas que no están buscando crecer de la mano de Jesús. Un cristiano tal vez carezca de “hojas” que lo hagan más atractivo, sin embargo, este verdadero seguidor de Cristo “absorbe las materias” necesarias para crecer sano, nutrido y sostenido de la Verdad.
Si no queremos que nuestras raíces se quemen o se sequen por falta de buen suelo, trabajemos en quitar las piedras (orgullo, envidia, celos, vanidad, chisme, intemperancia, por mencionar sólo algunas) que estorban e impiden que las raíces de nuestra vida espiritual se vayan profundizando. No importa si en este mundo eres una planta, un arbusto, una acacia del Sahara o un enorme árbol, si tienes raíces comestibles o medicinales, que tus raíces estén enterradas, a la profundidad necesaria, en la tierra fértil del estudio de la Palabra de Dios. Hagamos nuestra la bendición de Jeremías 17:7 y 8 “Bendito el que confía en el Eterno y pone su esperanza en él. Será cómo árbol plantado a la orilla del agua, que junto a la corriente echa sus raíces, y no teme cuando viene calor, sino que su hoja está verde; y en el año de sequía no se fatiga, ni deja de dar fruto.” Que estas palabras sean una realidad en nuestras vidas. Nuestras raíces estén echadas junto a la corriente de Agua Viva y que esa sensación deshidratante de sed nos motive a echar esas raíces hasta lo más profundo.
¿Cuán sediento te encuentras para buscar el agua de Vida hasta la profundidad que sea necesaria para saciar esa agobiante aridez espiritual?